viernes, 18 de septiembre de 2009

No todos somos John Wayne.


Don Antonio Orozco hace un interesante análisis de la situación actual de la enseñanza en España a propósito de la autoridad y su ejercicio en el aula. En su artículo de hoy de nuestro sitio recomendado arvo.net (pinchar acá)

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“Hasta el Rey de España se ha visto obligado a salir en defensa de la autoridad de los profesores de los centros de enseñanza. Hay un clamor popular por la indefensión que sufren maestros y maestras ante las incesantes agresiones de alumnos y alumnas. Y, por si fuera poco, de padres y madres de alumnos y alumnas. Tan es así que incluso el Gobierno de la Nación tiembla por tan profunda crisis, que se viene a sumar a la económica y moral del país. La moral la nombro yo. Pocos se atreven a hacerlo. Prefieren hablar de valores o algo así, que también es cierto. Podría haber crisis económica sin crisis moral, porque la economía no depende solo de la moral. También podría haber un nivel económico alto, con nivel moral bajo, algún caso se da. Lo cierto es que esta crisis casi global que en España profundiza día a día se debe a que «algo huele a podrido en España», como diría hoy aquí Shakespeare”.
“Aquí se ha vertido lo peor de los restos del marxismo: el colectivismo, la masificación, la igualación en la miseria en valores. Como sucede en otros países. El materialismo dialéctico encuentra su versión actual en las altas esferas gobernantes y en muchas aulas de adolescentes. Todos iguales pero unos más iguales que otros. Rebelión en la granja. Los maestros a aprender y los alumnos a enseñar lo que es bueno. Y si los maestros no quieren aprender el derecho de los alumnos a vejarles hasta la extenuación, que se atengan a las consecuencias. Al psiquiátrico. Que se encargue de ellos la Seguridad Social. Papá Estado resolverá con sopas de valium, a cargo del erario público”.
“Lo peor es que esos chicos y chicas no tienen futuro. No quieren futuro. Les han robado el futuro. Se lo han robado la LOGSE (ley de educación española), los padres y los hijos de la LOGSE. No esperan nada. Viven en un presente irreal. ¿Irreal? Sí, irreal, porque ¿puede ser real un presente sin futuro? (…) Bien decía Julián Marías que el hombre es un ser futurizo. Está en su ser el deslizarse o ser en tensión hacia el futuro. Lo cual equivale a interesarse por el futuro, a vivir el presente en relación, al menos implícita, a lo que ha de venir después. Cuando el carpe diem se interpreta de modo puntual, asistimos a la llamada abolición del hombre. La existencia humana no es puntual, se extiende en el tiempo e incluso penetra la eternidad”.
“Ahora bien, para vivir como persona, el ser humano requiere un ámbito personalizante. El niño perdido en la selva no habla y a los diez o doce años ya no será capaz de aprender. El ámbito personalizante primario es la familia. Una familia débil, no digamos si inexistente, no humaniza. Una escuela caótica, desencuaderna las neuronas. La aplicación de la ley del mínimo esfuerzo conduce a la ley de la selva. Una sociedad de ignorantes genera una sociedad de esclavos, en la que se impone no la razón sino la fuerza, la demagogia, el populismo”.

“Es ilustrativo lo que cuenta Alejandro Llano en su libro Olor a yerba seca. Cuando el profesor hacía las prácticas de alférez de complemento – años 60- y había de enseñar la instrucción a reclutas analfabetos, no era posible que aprendieran al compás del consabido "un, dos; un, dos…" Era necesario calzarles un zapato y una alpargata y gritarles: "zapato, alpargata; zapato, alpargata…". La cultura, no mera información, es indispensable para pensar, para ser dueño de sí, para humanizarse y ser en verdad libre. Ahora bien, humanizarse requiere esfuerzo, lucha, espíritu de sacrificio, dirección sabia, autoridad reconocida”.
«Se dice, y acaso se cree – apuntaba Unamuno- , que la libertad consiste en dejar crecer a la planta, en no ponerle rodrigones, ni guías, ni obstáculos; en no podarla, obligándola a que tome esta o la otra forma; en dejarla que arroje por sí, y sin coacción alguna, sus brotes, y sus hojas, y sus flores. Y la libertad no está en el follaje, sino en las raíces, y de nada sirve dejarle al árbol libre la copa y abiertos de par en par los caminos del cielo, si sus raíces se encuentran, al poco de crecer, con dura roca impenetrable, seca y árida, o con tierra de muerte.»

Esperanza Aguirre (Presidenta de la Comunidad de Madrid) se ha propuesto recuperar la autoridad para los profesores que la tienen perdida. «Perdida –escribe Martín Ferrán- un poco, por su propia desidia y, un mucho, por la mala educación cívica de los alumnos -algunos asilvestrados- y la irresponsable impertinencia de los padres. La presidenta de Madrid propone una Ley de Autoridad del Profesor que, convirtiéndolos en «autoridad pública», pueda reforzar su poder en las aulas.» Muchos columnistas han aplaudido esta medida. Ciertamente, «La autoridad no se alcanza sólo con una ley –añade Ferrán-. No será suficiente que Aguirre les coloque a los profesores en la pechera una estrella de sheriff docente. En «Río Bravo», un western portentoso, Howard Hawks hace un análisis inteligente para matizar entre la potestad, la autoridad y sus símbolos. John Wayne no necesita la estrella que indica su cargo para merecer respeto y su ayudante, Dean Martin, con estrella y todo, no alcanza la autoridad hasta que no se la merece. Un profesor sin afeitar, con una camiseta playera -de las que llevan mensaje- y en chancletas difícilmente, ni con la ayuda de la Ley, obtendrá el respeto de sus alumnos y, sensu contrario, unos alumnos que no acudan al centro escolar con la disciplina puesta y el ejemplo familiar adecuado malamente aprenderán algo y se conducirán con urbanidad. Hemos de intentar volver, con ley o sin ella, a la idea del maestro y los discípulos. Hay valores permanentes.»

La estrella no hace a John Wayne, es cierto. Que yo sepa, de John Wayne no ha habido más que uno. No necesitó estrella, ni siquiera Oscar para llenar una pantalla y dominar cualquier extremo. Sólo al final de su carrera le dieron el Oscar por una película menor y –como él dijo divertido- porque se puso un parche en un ojo. Si no recuerdo mal, tuvieron que acabar con él con un balazo por la espalda. Era demasiado hombre. Hay pocos como él. Al profesor normal, acaso más aún a la profesora normal, con vocación, con profesionalidad, con interés por los alumnos, no le sobrará una estrella. Al menos por ahora.♦