martes, 27 de noviembre de 2007

Trípode V


Familia, colegio, club de jóvenes. Un trípode en sintonía en buscar lo mejor para nuestras hijas e hijos. Dándole a cada uno y uno a uno, como decía nuestra amiga americana, lo necesario, ni más ni menos, para que pueda lograr todo aquello a lo que está llamado desde la eternidad. Para ello le fueron dadas determinadas aptitudes y no otras, que los padres debemos considerar a la luz de la oración para descubrirlas, aceptarlas y lograr las condiciones para que, libremente, libérrimamente, puedan desarrollarlas en su totalidad. (pinchar acá)



Aunque no es de buen gusto hablar en primera persona, tengo una deuda personal y familiar con estas dos instituciones que tanto nos han ayudado en la educación de nuestros hijos. El colegio de nuestros hijos, el de nuestras hijas y los inolvidables clubes de jóvenes a los que tuvimos la surte de mandarles. Lo mismo lo he visto en hijos de muchos matrimonios amigos.



Los tiempos han cambiado. No hay tiempos malos o buenos, sólo está el tiempo que se nos ha dado. Y éste siempre es bueno si ponemos los medios necesarios. En una época, la familia lo era todo. Luego, fue necesario el colegio. Hoy, hace falta complementar la labor del colegio con estas iniciativas que son aún más personalizantes y por tanto aumentan la eficacia educativa familiar.



Lo que nuestros hijos necesitan no es que se les llene el tiempo con actividades cada vez más extravagantes y me atrevería a decir inútiles. Hay que darles las herramientas necesarias para el desarrollo personal. Aunque suene ampuloso y un poco cursi, para que puedan ser verdaderos artífices de su destino, y no víctimas sin rumbo dóciles al viento que sople más fuerte.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Trípode IV

Hace ya algún tiempo que sigo con interés un estupendo blog (pinchar acá) de una familia americana nada común. El artículo (pinchar acá) que les propongo leer hace referencia a una pregunta que recibimos con frecuencia los padres de familia numerosa: ¿Cómo lo lograron? Y la respuesta es simple y a la vez crítica: “uno a uno”.
Como decía un amigo argentino que nos enseñó temas de orientación familiar a varios matrimonios uruguayos muy jóvenes - en aquellos tiempos- nada de “¡ravioles para todos!”.
Tenemos que llegar a fondo. Los colegios, por su propia naturaleza, no llegan, al menos intencionalmente, a plantearse temas como por ejemplo la vocación de sus alumnos. Su buen actuar se limita en primer lugar -y no es poco- a colaborar con los padres en el objetivo de formar hombres libres, cristianos coherentes en el pensar, en el decir y en el actuar. En segundo lugar, procurará que estos hombres desarrollen al máximo todas sus potencialidades personales en los aspectos educacionales clásicos.
Sin embargo, los padres queremos más. Y debemos querer más. Como decíamos más arriba, buscamos que sean felices, pero no en un sentido restrictivo del término, sino en toda la amplitud del mismo.
Queremos para ellos el ciento por uno y la vida eterna, como le gustaba decir a San Josemaría
(pinchar acá). Que sean felices, es querer para ellos lo mejor. Que sepan decirle a Dios que están dispuestos a ser Santos. Con una llamada que deberán descubrir y que toca a nosotros respetar y custodiar.
Pero poner a los hijos en condiciones de libremente poder responder al llamado a la santidad que Cristo ha hecho a todos los cristianos, en el matrimonio o en el celibato, es un compromiso exigente. Somos custodios de unas joyas preciosísimas
(pinchar acá) . Se nos pedirá cuentas de los medios que hemos puesto para que las criaturas -en el sentido literal del término- confiadas a nosotros, hagan un buen uso de su libertad.

Seguiremos.

sábado, 3 de noviembre de 2007

Trípode III


Tantas y tantas veces, al entrevistar a los padres de un alumno, lo que oímos es: “Lo que quiero, es que sea feliz”. Lamentablemente, esta afirmación, esconde generalmente una frustración en determinada área de las habilidades que se espera que el niño adquiera (pinchar acá). Si no es así, lo habitual es escuchar manifestaciones con un aire más triunfalista. Sin embargo, lo que todos aspiramos, para nosotros en primer lugar y para nuestros hijos en consecuencia, es la felicidad en su sentido más pleno. No es un objetivo menor, al que apuntamos por ejemplo, cuando el éxito profesional y el dinero no aparecen a la vuelta de la esquina. Por el contrario, es el objetivo al que se dirigen todos los demás, como medios.
En efecto, queremos para nuestros hijos un desarrollo armónico y completo de su personalidad, que es única e irrepetible. Que incluye las dimensiones biológicas, intelectuales y trascendentes del hombre. Para el que no es una verdadera limitante la carencia de tal o cual aptitud, por ejemplo en el área artística, o deportiva o de cálculo. No se es “menos” persona por carecer de ellas, incluso en grado severo.
El éxito y el fracaso, medidos de acuerdo a los criterios al uso, son criterios limitados. Es que son criterios temporales. Nada dicen cuando se encaran las cosas con criterios de eternidad, que son a la hora de la verdad el único éxito y el único fracaso.(pinchar acá)
El colegio, por la propia naturaleza de su actividad, apenas si llega a penetrar en este encare más profundo, y diría definitivo, de la tarea educativa. Nos da elementos, como la paraclínica y los especialistas al médico de cabecera. Pero necesitamos más.
En la experiencia de los hijos de muchos de mis amigos y en la mía propia, una herramienta que se ha mostrado efectivamente idónea para mejorar la tarea educativa, han sido los clubes de jóvenes (pincharacá).

Seguiremos.