Familia, colegio, club de jóvenes. Un trípode en sintonía en buscar lo mejor para nuestras hijas e hijos. Dándole a cada uno y uno a uno, como decía nuestra amiga americana, lo necesario, ni más ni menos, para que pueda lograr todo aquello a lo que está llamado desde la eternidad. Para ello le fueron dadas determinadas aptitudes y no otras, que los padres debemos considerar a la luz de la oración para descubrirlas, aceptarlas y lograr las condiciones para que, libremente, libérrimamente, puedan desarrollarlas en su totalidad. (pinchar acá)
Aunque no es de buen gusto hablar en primera persona, tengo una deuda personal y familiar con estas dos instituciones que tanto nos han ayudado en la educación de nuestros hijos. El colegio de nuestros hijos, el de nuestras hijas y los inolvidables clubes de jóvenes a los que tuvimos la surte de mandarles. Lo mismo lo he visto en hijos de muchos matrimonios amigos.
Los tiempos han cambiado. No hay tiempos malos o buenos, sólo está el tiempo que se nos ha dado. Y éste siempre es bueno si ponemos los medios necesarios. En una época, la familia lo era todo. Luego, fue necesario el colegio. Hoy, hace falta complementar la labor del colegio con estas iniciativas que son aún más personalizantes y por tanto aumentan la eficacia educativa familiar.
Lo que nuestros hijos necesitan no es que se les llene el tiempo con actividades cada vez más extravagantes y me atrevería a decir inútiles. Hay que darles las herramientas necesarias para el desarrollo personal. Aunque suene ampuloso y un poco cursi, para que puedan ser verdaderos artífices de su destino, y no víctimas sin rumbo dóciles al viento que sople más fuerte.
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