lunes, 3 de marzo de 2008

Educación diferenciada III.Una experiencia.


Me preguntas, querida lectora, cuál es mi opinión sobre la educación diferenciada. Sobre la mía. Porque en este blog, hay ya bastantes artículos y los vínculos te llevan a sitios muy seriamente documentados sobre este tema. Y además, sé muy bien que la teoría te la conoces toda, mejor que yo.
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Por tanto, aunque “le moi est haïsable”, te voy a contar algo de mi experiencia personal. Antes que nada debo decirte que la opción por Monte VI (colegio independiente o de iniciativa privada para varones, promovido por madres y padres de familia) y Los Pilares (colegio independiente para niñas de similares características y principios educativos), fue anterior a mi incorporación como director general de Monte VI. Interesa esta precisión para que no vayas a pensar que la elección fue motivada por coherencia y requisitos profesionales, como al funcionario de General Motors que le inducen a comprar Chevrolet porque se vería con malos ojos que comprara Ford.
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También te cuento, que como padres primerizos, no teníamos demasiada idea de lo que nos esperaba. La familia opinaba, en general y con una presión bastante insistente – justificable en parte por ser los primeros hijos casados, nietos y sobrinos- que la educación diferenciada ya no tenía sentido en los años 80. Había corrido mucha agua bajo los puentes y ni siquiera los colegios de “curas y monjas” se aferraban a esa bandera. Era un tema acabado y definitivamente superado. Hasta las Academias Militares comenzaban a admitir alumnos de ambos sexos.
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De manera que en ciertos aspectos, podía considerarse un salto al vacío. Incomprensible para quienes, al igual que nosotros, veíamos en la escuela de nuestros hijos una etapa fundamental de su formación. Pero razonable para nosotros. San Josemaría había impulsado desde comienzo de los años cincuenta, a muchos matrimonios por todo el mundo, a asumir en todas sus consecuencias sus responsabilidades de padres. Incluida por supuesto, la educativa, también en los aspectos técnicos. No me consta que haya sugerido alguna corriente pedagógica en especial. Sí me consta, que como era su costumbre, al transmitir fielmente a sus hijos el espíritu del Opus Dei que Dios le había confiado, les habrá recordado a aquellos pioneros, que su santidad pasaba por su esponsalidad y por su maternidad y paternidad. Esa razón sí que la entendíamos y pesaba. Padres que veían claramente que el bien de sus hijos era su bien. Qué sus hijos estaban llamados a la santidad como todos los bautizados. Qué cada hijo era una persona, imagen del creador, única e irrepetible, iguales en su dignidad, diferentes en su diversidad.
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No veíamos en aquel entonces en nuestro país, generaciones de egresados de estos colegios. Había algunos cursos que estaban lejos todavía de la graduación. Si sabíamos cómo estaban funcionando desde hacía treinta años en muchas partes del mundo y los frutos que iban dando. Entendimos desde un primer momento, que a pesar de que para al gran público una característica de estos colegios es la llamada educación diferenciada, esta no es la más importante. Ni de lejos. La educación diferencia es un instrumento idóneo y válido para una educación personalizada. Y esto es lo que interesa y el valor a preservar. Hablamos de la educación de personas, que como decíamos en el párrafo anterior, son iguales en su dignidad pero diferentes en su diversidad.
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Pasaron ya 24 años del día en que por primera vez llevamos a nuestro hijo mayor a Monte VI. Todavía queda el décimo, el más chico, en sexto de primaria. En el medio, durante quince años actúe como director. Ese aspecto merecería otro artículo, pero abreviando al máximo, fue siempre una condición, quizás la única, que les significó renuncias, sin duda forjadoras de carácter, pero también tragos amargos que pasar.
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Un amigo, algo mayor y con mucha experiencia en temas de educación y que veía a mis hijos fuera del ambiente escolar con una cierta periodicidad, me dijo una vez, y no falto a la modestia porque no me visto con plumas ajenas, que mi mujer y yo éramos buenos educadores, porque cada uno de nuestros hijos eran muy diferentes, si bien con un estilo de fondo común. Y que además los varones muy varones y las mujeres muy mujeres. Y digo que no me visto con plumas ajenas, querida lectora, porque sin estos colegios “single sex education” pero sobre todo, tan preocupados por personalizar su actuación, no sé si los resultados hubieran sido iguales. Son los frutos, amiga, que podemos mostrar y que podemos esgrimir para convencer a otros de la validez de esta opción educativa, a pesar de nuestras evidentes carencias.
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Te agrego, aunque tú lo sabes de sobra, que se trata de una educación personalizada, que no es lo mismo que individualizada. Educación individualizada es la de los hijos de los reyes de antes, que tenían un maestro en exclusiva para cada uno, como Aristóteles para Alejandro. O la que necesitan los niños que padecen determinadas enfermedades y trastornos del aprendizaje. La educación personalizada no es sinónimo ni pretende incluirla. Su objetivo es ayudar a los padres al desarrollo integral y armónico de sus hijos en cuanto persona humana.
Cuánto más se acerque un colegio a este desiderátum, más cerca estará de cumplir cabalmente su cometido. Si decimos que la familia es el único lugar en que se nos acepta por lo que somos, sin adjetivos, esta es la medida que debe regir el actuar del colegio en el ámbito en que -subsidiariamente al derecho primigenio de la familia y por decisión de ésta- se desempeña.
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Sin embargo, no debemos pedirle a la escuela lo que no entra dentro de sus fines. Es la familia la única institución que acepta sin condiciones. La escuela, por definición y por más personalizada que sea la enseñanza que imparte, acepta y tiene responsabilidades sobre alumnos, que es un adjetivo de la persona. Por este camino también llegamos a la razón de la educación diversificada. En una familia se educan niñas y niños desde que el mundo es mundo y así seguirá siendo mientras existan mujeres y hombres sobre la tierra. Pero en una escuela se educan alumnos, que no forman parte de la misma familia, como es obvio, y que repito, son aceptados como alumnos. De aquí, que todos los elementos pedagógicos personalizantes, como la educación diversificada, son bienvenidos.
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La oferta actual de enseñanza va por otros caminos. Se entiende hoy con ligereza, que la personalización en lugar de atender a las personas, debe atender a los gustos de las personas (de los niños y los padres). Y así la competencia va por el lado de horarios cada vez más extensos, mayor variedad de disciplinas curiosas pero irrelevantes, pero sobrevolando siempre sin aterrizar, la educación de personas. Esto es exigente de verdad. Y como además interpela la realidad tantas veces ambigua de la familia y la sociedad en que viven los niños, se evade con alternativas superficiales.
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Recomiendo siempre leer el libro la Reina, de Pilar Urbano. En uno de sus capítulos, se cuenta la vida del internado en Suiza en que se formó la entonces hija del Rey de Grecia y actual Reina de España. Vale la pena. Después me cuentas.
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Aquí, como venimos afirmando en los párrafos anteriores, se ve el desafío de la verdadera educación de personas. Por ejemplo, hoy en día es frecuente que todos los colegios de las más diversas tendencias (religiosos, laicos, confesionales, militares, laicos volterianos estilo siglo XVIII, de sectas, etc.) estén de acuerdo en educar en valores. Pero cuando se les pide que esos valores se encarnen en virtudes, sobran los dedos de una mano para elegir el colegio indicado.
Las virtudes propias de la femineidad, del genio femenino, como le gustaba afirmar a Juan Pablo II Magno, se aprenden mejor, se realzan y se valoran en un colegio de niñas. Lo afirmo por experiencia propia. Y secundariamente, pero sólo secundariamente, por el respaldo que me dan los libros. Y lo mismo se puede afirmar de la educación de los varones y de su genio, que también lo tenemos aunque a veces lo ocultemos. Y no por sesudos estudios de las circunvoluciones cerebrales y del cuerpo calloso. Que no está mal, por el contrario. Confirma lo que ya sabíamos, con las armas del sentido común, de una correcta antropología, de una filosofía personalista, en definitiva de una demostración más de qué razón y naturaleza de las cosas, no se contraponen.

2 comentarios:

maria jesus dijo...

Muchisimas gracias. Te agradezco el interes. Yo tambien he llevado a mis hijos a un colegio parecido (Aldeafuente y Senara donde aún está la novena).Te lo he preguntado porque en Madrid la Obra tiene para bachillerato un colegio mixto y me estaba planteando el cambiarla.

j.a.varela dijo...

Gracias María Jesús por tu interés.

En Uruguay, el bachillerato también es mixto, ya que Monte VI y los Pilares no tienen los dos años del pre-universitario. Si quieres conocerlo visita http://www.preu.edu.uy/.
Allí fueron mis hijos y la experiencia fue buena.

De todas formas, si quieres más detalles sobre este tema, te sugiero que me escribas a jvarelaaraneo@gmail.com.

Cordialmente,

juan alberto