martes, 30 de octubre de 2007

Trípode II

Continuando con el realismo, la prudencia y la paciencia que deben moderar nuestras expectativas, pensemos una vez más, que nuestra idoneidad y autoridad educativa con respecto a nuestros hijos, se deriva del hecho de ser padres.
Pero este argumento contundente, nos obliga a poner los medios necesarios para hacerlo de la forma mejor y más conveniente.
Por eso, cuando en el colegio nos hacen consideraciones sobre la marcha de nuestros hijos, hay que tomarlas como una verdadera y desinteresada ayuda. Y así como a nadie en su sano juicio, si la maestra le dice que el niño no ve bien, le contesta que escriba con letra más grande, sino que va al oculista, también hay que tener la misma actitud cuando el tema de la observación es de índole psicológica.
Este terreno, despierta muchas veces reacciones negativas por parte de los papás. Porque ven sus expectativas menoscabadas. Sin embargo, debe primar la prudencia y el realismo en el actuar, que llaman a la responsabilidad inalienable.
La sintonía y el diálogo deben ser muy fluidos. Y al respecto, la experiencia indica que este intercambio es siempre entre tres: mamá, papá y preceptor. Si falta el papá o la mamá a la entrevista, corremos el riesgo de actuar con falta de datos y opiniones, siempre imprescindibles.
Los papás somos los educadores por excelencia. El colegio que hemos elegido, nos permite llegar más facilmente a los aspectos técnicos, nos brinda los elementos necesarios para informarnos más y mejor y poder actuar en consecuencia. Sin embargo, el ámbito de la educación en su sentido propio, no se ciñe exclusivamente a lo académico, a lo deportivo, a la socialización de nuestros pequeños, a la maduración en un ambiente diferente al del hogar y la familia o a la formación cristiana básica. Es mucho pero no alcanza.
Por eso, suelen ser necesarias, siempre buscando lo óptimo y con realismo, otras ayudas educativas, a las que el colegio no llega.

Seguiremos.

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